¿Cuál es mi sitio? ¿Qué tengo que hacer? ¿Hacia dónde encaminar los pasos? Preguntas de joven, y al tiempo de adulto, pues siempre terminamos volviendo a mirar más arriba y más adentro, con inquietud, con interés y con deseo, queriendo saber: «¿Qué pinto yo aquí?» ¿Cuál es mi forma, única, diferente, exclusiva, de construir, de amar, de acariciar de una forma que nadie más puede repetir?
| «No hago el bien que quiero y hago el mal que no quiero» (Rom 7, 19) |
No siempre lo tiene uno todo claro. A veces solo sabes que tienes la sensación de que algo te falta. Otras veces, en cambio, parece que estás donde tienes que estar. A veces sientes que estás dando los pasos adecuados. Otras veces piensas, «¿cuándo me aclararé?». A veces ni piensas. Hay épocas en que sabes lo que quieres, y otras en que estás confuso. Hay épocas en que todo está integrado, y otras en que todo se desintegra. Hay mañanas de pasión y tardes de apatía. Y, casi, casi, dan ganas de rezar con una mezcla de humor y enfado, y decirte, Señor, que ya nos has hecho complicados…
| ¿Cuáles son mis «desajustes», tormentas, zozobras? |
| «El Señor me contestó: No digas que eres un muchacho, que donde yo te envíe, irás; lo que yo te mande, lo dirás…» (Jer 1, 7) |

No sé si llamas de una manera muy estruendosa
o si me invitas a ir descubriendo lo que quieres de mí
poco a poco.
Pero cuentas conmigo. Anhelas que haga algo, que mi vida
sea evangelio.
Me sobrecoge un poco pensar que mi vida es importante,
y sin embargo lo es. Cada día. Ahora mismo. Y mañana.
Tal vez seré palabra (tuya) para gente que necesita escucharla.
Tal vez seré ternura para alguien herido.
Tal vez seré cantor para apagar penas.
O profeta para denunciar males.
Tal vez aprenderé de ti el amor verdadero y lo viviré al forjar
mil historias.
¿A qué me llamas?
¿A qué me siento llamado? ¿Dónde puedo intentar escuchar esa «voz» de Dios en mi vida? |
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