viernes, 18 de septiembre de 2015

Servicio Jesuita a Refugiados...

En la frontera, trabajo conjunto de los jesuitas Colombianos y Venezolanos.

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(RV).- Acompañar, servir y defender a las personas en situación de desplazamiento, y a las víctimas de la trata de personas es la misión delServicio Jesuita a Refugiados. Un llamado a poner una mirada solidaria en la frontera colombo – venezolana hace el p. Jesús Rodriguez Villarruel SJ,quien, con ocho años de experiencia de trabajo en los Centros para Refugiados del lado venezolano habla de la situación actual:
“Una persona es refugiada cuando deja la tierra que lo vio nacer y tiene que ir a otras tierras para solicitar refugio, en países vecinos o no vecinos, que le puedan garantizar una vida digna, derecho a la vida, a la educación, a la salud, derechos que como seres humanos necesitamos”.
El SJR nace como respuesta para acompañar y servir a las personas que en el 2001 que huían del conflicto armado colombiano. Con quince años de presencia en la frontera, el SJR ve el cambio de la situación fronteriza, “de hecho la situación se ha invertido” explica el p. Rodriguez Villarruel. En este momento en el Alto Apure Venezolano, Táchira y Zulia, el SJR desarrolla un trabajo de acompañamiento a la población que necesita de la solidaridad, gestos y la palabra oportuna en el caminar hacia la protección humana.
“Cada vez que hablamos con una persona que huye del conflicto, de la violencia, es necesario tener la capacidad para poder entender el dolor y el sufrimiento que trae a cuestas esa persona”, “sin embargo – prosigue el p. Villarruel - esas personas que llegan buscando protección también traen la esperanza de que en el país que lo acoge van a poder vivir dignamente”.
La situación de emergencia
A partir del “estado de excepción” del 21 de agosto con la deportación de miles de colombianos hacia su territorio, muchos de los cuales con años de estadía en Venezuela, deportados “en modo arbitrario por el gobierno venezolano”, se ha creado una crisis humanitaria, una verdadera situación de emergencia: “los gobiernos tienen derecho a cerrar sus fronteras y a proteger la seguridad de su país”, dice el sacerdote venezolano “pero sabemos, que tras eso también hay violaciones de derechos humanos, arbitrariedades, situaciones difíciles”. “Nuestro llamado al mundo es poner la mirada en esa frontera”, es a “acompañar al Servicio Jesuita a Refugiados que vive un momento muy difícil”, porque se encuentra entre la realidad que vive la gente y el estado de excepción. El SJR escucha de primera mano los testimonios de las personas: familias que han sido separadas, hijos que han quedado del lado venezolano y padres que han sido deportados hacia el lado colombiano.
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Hablemos de cifras…
“Es muy difícil hablar de cifras, compartimos dos mil doscientos diecinueve kilómetros de frontera entre Colombia y Venezuela”, “compartimos años de vecindad, relaciones, compartimos una tierra”. “Hace seis - siete años existían cerca de cinco mil familias que habían realizado solicitud de refugio, pero también se hablaba de doscientos mil colombianos que vivían en esa franja fronteriza”, señala el p. Jesús, “por lo que es muy difícil distinguir quién es refugiado, quién es migrante, quién es un migrante económico”, porque “la relación, la hermandad, la vecindad siempre ha estado presente en la historia de los colombianos y de los venezolanos”.
El Servicio Jesuita a Refugiados en la frontera
Sobre el trabajo con el SJR del lado Colombiano, el religioso explica que “no sólo tienen comunicación directa”, sino que se trata de “un equipo binacional”. Hace cuatro años la Compañía de Jesús Colombiana decidió crear la RAIF  (Región apostólica interprovincial en la frontera colombo-venezolana) y es así como el trabajo en la línea fronteriza de la Compañía de Jesús se realiza “en modo conjunto”.
Las necesidades de hoy
“En este momento el llamado es a ayudar al SJR en cosas concretas: agua, medicamentos, colchones, carpas”, es decir “ayudar a solventar una situación de crisis y emergencia que se vive en la frontera”. “Estos deportados, necesitan ayuda y protección”.
Cómo contactar el SJR
Con el p. Jesús Rodríguez Villarruel en txuosj@gmail.com
“Mi invitación a todos los cristianos católicos es que por favor se solidaricen con esta situación”,  dice el p. Jesús Rodríguez Villarruel. “La vida del cristiano es el gesto y la palabra oportuna”, “hoy son ellos, mañana no sabemos quiénes”. “Que tengamos esa capacidad de hospitalidad, para recibir, acoger y encontrarnos con el otro”.
Tomado de: http://es.radiovaticana.va

lunes, 31 de agosto de 2015



San Francisco Javier

¿Un atleta para Dios? El estudiante estrella de la universidad de París que descubre el evangelio ayudado por Ignacio. El misionero que, desde su llegada a Goa, recorre la India deseando anunciar el evangelio de Jesús, y en Japón pone las bases para las misiones posteriores. El navarro de Javier que, en 1552 muere a las puertas de una China entonces desconocida. El viajero que escribía cartas llenas de pasión por su misión a sus compañeros de Europa. Sigue siendo hoy una figura cautivadora por su radicalidad, su impulso y su entrega.

San Ignacio de Loyola

Una figura muy importante en la Iglesia del siglo XVI. En tiempos de tensiones eclesiales, de reformas nacidas del descontento y de inquietud eclesial, Ignacio de Loyola se revela como un buscador capaz de atraer a mucha gente por la manera en que presentaba a Jesús, el pobre y humilde…
El fundador de los jesuitas no es un santo muy conocido. Un hombre que se convirtió y se echó a los caminos. Que quería ir a Jerusalén para vivir como Jesús y terminó en Roma poniendo en marcha una orden apostólica fundada para extender el evangelio. Un místico racional. Un contemplativo en la acción. Un hombre de carácter duro y tierno al tiempo. Crítico y a la vez tremendamente devoto de la Iglesia. Ese es Ignacio, "el peregrino".

http://www.pastoralsj.org/

martes, 18 de agosto de 2015


¿Porqué nos quedamos?

Durante estos años se han multiplicado los análisis y estudios sobre la crisis de las Iglesias cristianas en la sociedad moderna. Esta lectura es necesaria para conocer mejor algunos datos, pero resulta insuficiente para discernir cuál ha de ser nuestra reacción. El episodio narrado por Juan nos puede ayudar a interpretar y vivir la crisis con hondura más evangélica.
Según el evangelista, Jesús resume así la crisis que se está creando en su grupo: «Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y, con todo, algunos de vosotros no creen». Es cierto. Jesús introduce en quienes le siguen un espíritu nuevo; sus palabras comunican vida; el programa que propone puede generar un movimiento capaz de orientar el mundo hacia una vida más digna y plena.
Pero, no por el hecho de estar en su grupo, está garantizada la fe. Hay quienes se resisten a aceptar su espíritu y su vida. Su presencia en el entorno de Jesús es ficticia; su fe en él no es real. La verdadera crisis en el interior del cristianismo siempre es esta: ¿creemos o no creemos en Jesús?
El narrador dice que «muchos se echaron atrás y no volvieron a ir con él». En la crisis se revela quiénes son los verdaderos seguidores de Jesús. La opción decisiva siempre es esa: ¿Quiénes se echan atrás y quiénes permanecen con él, identificados con su espíritu y su vida? ¿Quién está a favor y quién está en contra de su proyecto?
El grupo comienza a disminuir. Jesús no se irrita, no pronuncia ningún juicio contra nadie. Solo hace una pregunta a los que se han quedado junto a él: «¿También vosotros queréis marcharos?». Es la pregunta que se nos hace hoy a quienes seguimos en la Iglesia: ¿Qué queremos nosotros? ¿Por qué nos hemos quedado? ¿Es para seguir a Jesús, acogiendo su espíritu y viviendo a su estilo? ¿Es para trabajar en su proyecto?
La respuesta de Pedro es ejemplar: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna». Los que se quedan, lo han de hacer por Jesús. Solo por Jesús. Por nada más. Se comprometen con él. El único motivo para permanecer en su grupo es él. Nadie más.
Por muy dolorosa que nos parezca, la crisis actual será positiva si los que nos quedamos en la Iglesia, muchos o pocos, nos vamos convirtiendo en discípulos de Jesús, es decir, en hombres y mujeres que vivimos de sus palabras de vida.

José Antonio Pagola

viernes, 14 de agosto de 2015


¿Cuál es mi sitio? ¿Qué tengo que hacer? ¿Hacia dónde encaminar los pasos?
Preguntas de joven, y al tiempo de adulto, pues siempre terminamos volviendo a mirar más arriba
y más adentro, con inquietud, con interés y con deseo, queriendo saber: «¿Qué pinto yo aquí?»
¿Cuál es mi forma, única, diferente, exclusiva, de construir, de amar, de acariciar de una forma
que nadie más puede repetir?
«No hago el bien que quiero y hago el mal que no quiero» (Rom 7, 19)
No siempre lo tiene uno todo claro. A veces solo sabes que tienes la sensación de que algo te falta.
Otras veces, en cambio, parece que estás donde tienes que estar.
A veces sientes que estás dando los pasos adecuados.
Otras veces piensas, «¿cuándo me aclararé?». A veces ni piensas.
Hay épocas en que sabes lo que quieres, y otras en que
estás confuso.

Hay épocas en que todo está integrado, y otras en que todo se
desintegra.
Hay mañanas de pasión y tardes de apatía. Y, casi, casi, dan
ganas de rezar con una mezcla de humor y enfado, y decirte,
Señor, que ya nos has hecho complicados… 
¿Cuáles son mis «desajustes», tormentas, zozobras?

«El Señor me contestó: No digas que eres un muchacho, que donde yo te envíe, irás; lo que yo te mande, lo dirás…» (Jer 1, 7)
No sé si llamas de una manera muy estruendosa 
o si me invitas a ir descubriendo lo que quieres de mí 
poco a poco. 
Pero cuentas conmigo. Anhelas que haga algo, que mi vida 
sea evangelio. 
Me sobrecoge un poco pensar que mi vida es importante,
y sin embargo lo es. Cada día. Ahora mismo. Y mañana. 
Tal vez seré palabra (tuya) para gente que necesita escucharla. 
Tal vez seré ternura para alguien herido. 
Tal vez seré cantor para apagar penas.
O profeta para denunciar males. 
Tal vez aprenderé de ti el amor verdadero y lo viviré al forjar
mil historias. 
¿A qué me llamas?
 
¿A qué me siento llamado?
¿Dónde puedo intentar escuchar esa «voz» de Dios en mi vida?

lunes, 10 de agosto de 2015


No tengan miedo a las tensiones y conflictos, nos hacen crecer, el Papa a los jóvenes del MEJ

Papa
 Tensión, dialogo, conflicto, respeto, encuentro con Jesús, estupor, paz, alegría, Eucaristía como memoria de lo que Jesús hizo por nosotros, palabras claves en el diálogo del Papa con los jóvenes del Movimiento Eucarístico juvenil.
Jóvenes del Movimiento Eucarístico Juvenil de la Compañía de Jesús, reunidos en Roma de diversas partes del mundo, en la celebración del centenario, dialogaron en Audiencia con el Papa, haciéndole preguntas y escuchando sus respuestas.
El encuentro se desarrolló en lengua italiana, salvo algunas preguntas que hicieron en otras lenguas. La Redacción de programas en español de Radio Vaticana les ofrece una síntesis de las palabras de Francisco, traducidas al español.
Tensión y conflicto Francisco inició las respuestas diciendo que le impresionaron algunas palabras de las preguntas: Tensión y conflicto. Solamente en el cementerio y en el Paraíso no hay tensiones y conflictos. Si hay tensiones y conflictos quiere decir que estoy vivo. No tengo que tener miedo de las tensiones y conflictos porque me hacen crecer. Pero ustedes tienen que discernir cuáles son las verdaderas tensiones y conflictos a los que hay que atender. Las tensiones se resuelven con el diálogo. No hay que pegarse demasiado a una tensión porque eso hace mal. Siempre buscando la armonía y la armonía se hace de tensiones y a su vez genera otras tensiones. Esto con respecto a la familia.
¿Qué hacemos frente a conflictos sociales y también culturales? También los conflictos pueden hacer bien porque nos hacen entender que hay cosas diversas. El conflicto para ser bien asumido debe ser orientado hacia la unidad en el respeto a cada identidad. El conflicto se resuelve con respeto a la identidad. Los conflictos que no se resuelven terminan en guerra. Y hay conflictos que son violencia. Se llama: “matar”. Hay lugares donde a los cristianos, no sólo no se les respeta su identidad; sino que se los mata. Si en un país hay tanta diversidad, sólo el respeto resuelve el conflicto.
La paz de Jesús y no la falsa paz del enemigo es el desafío A la pregunta sobre cuál ha sido para él el mayor desafío de su vida como religioso respondió: El mayor desafío ha sido encontrar la paz en el señor. Ha sido el mayor desafío de mi vida religiosa. Hay otro desafío: saber distinguir la paz de Jesús de la paz que no es de Jesús. Discernir la verdadera paz de la falsa paz. La verdadera paz viene siempre de Jesús. La paz superficial que solo me contenta un poco viene del enemigo. Saber conocer y distinguir cuál es la paz de Jesús y cuál la falsa paz del enemigo que me destruye. Te pone en medio de la calle y después te deja solo. Nosotros decimos que “el diablo es un mal pagador”, es un estafador que muestra una paz maquillada. Pero ¿cómo se que la paz es de Jesús? Por la alegría. El diablo solo me puede dar diversión, un poco de circo, te da felicidad un rato, pero nunca te da esta alegría. Mientras que Jesús es un buen pagador, paga muy bien.
Los abuelos son la memoria de la fe La familia es otra palabra importante de la que han hablado. No solamente están las tensiones generacionales entre los papás y entre mis padres y yo, sino que, también en las generaciones están los abuelos. Y los abuelos son los grandes olvidados de este tiempo. Yo me pregunto: ¿Ustedes hablan con sus abuelos? Los abuelos son fuente de sabiduría porque tienen la memoria de la vida, la memoria de la fe, la memoria de las tensiones, la memoria de los conflictos. ¡Son buenos los abuelos!
El signo de la amistad con Jesús Respondiendo a la pregunta sobre la amistad con Jesús, Francisco expresó: Jesús dice ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les digo. Jesús me habla con la paz y la alegría que me da en tantas maneras de encontrarlo. Lo encuentro en la oración, la Eucaristía y ayudando a los necesitados. “Encontrar a Jesús”, no se olviden de esta palabra. Pensemos en ese día que Jesús pasaba y que Juan y Andrés escucharon a Juan Bautista que les dijo: “Ese es…” … Que sucedió después: Andrés fue con su hermano lleno de alegría y estupor. El encuentro con Jesús da estupor, paz, alegría.
Para profundizar en la Eucaristía Le preguntaron qué les diría a los jóvenes con el fin de que descubran la profundidad de la Eucaristía. Respondió: Ayuda pensar en la Última Cena. Esas palabras que Jesús dijo cuando dio el pan y el vino: “hagan esto en memoria mía”. Es ahí que nos salva Jesús. La memoria de un amor tan grande que ha dado su vida por mí. La gracia de la memoria de lo que Jesús hizo por mí. No es un ritual, una ceremonia. Es otra cosa. Es la sangre de Jesús, el misterio de la Eucaristía. Es memoria de que Jesús ha dado su vida por mí. Si tú quieres profundizar, recuerda. San Pablo dice: Acuérdate de Jesucristo resucitado de entre los muertos... La memoria... Cada vez que vayan a rezar delante del sagrario, acuérdense de esto.
Piensen estas palabras tensión, diálogo, conflicto, respeto, Encuentro con Jesús, amistad con Jesús: paz y alegría. Profundizar en la eucaristía recordar lo que hizo Jesús por mí. Estamos en un mundo en guerra, hay muchas cosas feas, pero también hay muchas cosas lindas y buenas. Tenemos tantos motivos para ir adelante, tantos santos escondidos en el Pueblo de Dios. Dios está presente. ¡Animo y adelante!
Traducción y síntesis: jesuita Guillermo Ortiz
Tomado de: http://www.news.va

La encíclica sobre “el cuidado de la Casa Común” y la “Carta de la Tierra, nuestro Hogar”

 Laudatio siBRASIL – La encíclica Cuidado de la Casa Común y la Carta de la Tierra tal vez sean los dos únicos documentos de relevancia mundial que presentan tantas afinidades comunes. Tratan del estado degradado de la Tierra y de la vida en sus varias dimensiones, fuera de la visión convencional que se restringe al ambientalismo. Se inscriben dentro del nuevo paradigma relacional y holístico, el único, así nos parece, capaz de darnos todavía esperanza.
La encíclica conoce la Carta de la Tierra que cita en uno de los puntos más fundamentales: “Me atrevo a proponer nuevamente su precioso desafío: como nunca antes en la historia, el destino común nos hace un llamado a buscar un nuevo comienzo” (nº 207). Ese nuevo comienzo es asumido por el Papa. Enumeremos, entre otras, algunas de esas afinidades.
En primer lugar aparece el mismo espíritu que atraviesa los textos: de forma analítica, recogiendo los datos científicos más seguros, de forma crítica, denunciando el actual sistema que produce el desequilibrio de la Tierra, y de forma esperanzadora, apuntando salidas salvadoras. No se rinde a la resignación sino que confía en la capacidad humana de forjar un nuevo estilo de vida y en la acción innovadora del Creador, “soberano amante de la vida” (Sab 11,26).
Hay un mismo punto de partida. Dice la Carta: “Los patrones dominantes de producción y consumo están causando devastación ambiental, agotamiento de recursos y una extinción masiva de especies” (Preámbulo, 2). Repite la encíclica: “Basta mirar la realidad con sinceridad para ver que hay un gran deterioro de nuestra casa común… el actual sistema mundial es insostenible desde diversos puntos de vista” (n. 61).
Hay la misma propuesta. Afirma la Carta: “Se necesitan cambios fundamentales en nuestros valores, instituciones y formas de vida” (Preámbulo, 3). La encíclica enfatiza: “Toda pretensión de cuidar y mejorar el mundo supone cambios profundos en los estilos de vida, los modelos de producción y de consumo, las estructuras consolidadas de poder que rigen hoy la sociedad” (n. 5).
Una gran novedad, propia del nuevo paradigma cosmológico y ecológico, es esta afirmación de laCarta: “Nuestros retos ambientales, económicos, políticos, sociales y espirituales, están interrelacionados y juntos podemos forjar soluciones incluyentes” (Preámbulo, 3). Hay un eco de esta afirmación en la encíclica: “Hay algunos ejes que atraviesan toda la encíclica: la íntima relación entre los pobres y la fragilidad del planeta, la convicción de que en el mundo todo está conectado, la invitación a buscar otros modos de entender la economía y el progreso, el valor propio de cada criatura, el sentido humano de la ecología y la propuesta de un nuevo estilo de vida” (n. 16). Aquí toma valor la solidaridad entre todos, la sobriedad compartida y “pasar de la avidez a la generosidad y a saber compartir” (n. 9).
La Carta afirma que “hay un espíritu de parentesco con toda la vida” (Preámbulo 4). Lo mismo afirma la encíclica: “Todo está relacionado, y todos los seres humanos estamos juntos como hermanos y hermanas… y nos unimos también, con tierno cariño, al hermano sol, a la hermana luna, al hermano río y a la Madre Tierra” (n. 92). Es la franciscana fraternidad universal.
La Carta de la Tierra enfatiza que es nuestro deber “respetar y cuidar de la comunidad de vida… respetar la Tierra en toda su diversidad” (I, 1). Toda la encíclica, comenzando por el título “cuidar de la Casa Común” hace de ese imperativo una especie de ritornelo. Propone “alimentar una pasión por el cuidado de mundo” (n. 216) y “una cultura del cuidado que impregne toda la sociedad” (n.231). Aquí surge el cuidado no como mera benevolencia puntual sino como un nuevo paradigma, amoroso y amigo de la vida y de todo lo que existe y vive.
Otra afinidad importante es el valor asignado a la justicia social. La Carta mantiene una fuerte relación entre ecología y “la justicia social y económica” que “protege a los vulnerables y sirve a aquellos que sufren” (n.III, 9 c). La encíclica alcanza uno de sus puntos altos al afirmar “que un verdadero planteo ecológico debe integrar la justicia para oír tanto el grito de la Tierra como el grito de los pobres” (n.49; 53).
Tanto la Carta de la Tierra como la encíclica subrayan contra el sentido común vigente que “cada forma de vida tiene valor, independientemente de su uso humano” (I, 1, a). El Papa reafirma que “todas las criaturas están conectadas, cada una debe ser valorada con afecto y admiración, y todos los seres nos necesitamos unos a otros” (n.42). En nombre de esta comprensión hace una vigorosa crítica al antropocentrismo (nn.115-120), pues solamente ve la relación del ser humano con la naturaleza usándola y devastándola y no al contrario, olvidando que él forma parte de ella y que su misión es la de ser su guardián y cuidador.
La Carta de la Tierra formuló una definición de paz de las más felices que han sido elaboradas por la reflexión humana: “La plenitud que resulta de las relaciones correctas consigo mismo, con otras personas, con otras culturas, con otras vidas, con la Tierra y con el Todo del cual somos parte” (16, f). Si la paz, según el Papa Pablo VI, es “el equilibrio del movimiento”, entonces la encíclica dice que el “equilibrio ecológico tiene que ser el interior con uno mismo, el solidario con los demás, el natural con todos los seres vivos, el espiritual con Dios” (n.210). El resultado de ese proceso es la paz perenne tan ansiada por los pueblos.
Estos dos documentos son faros que nos guían en estos tiempos sombríos, capaces de devolvernos la necesaria esperanza de que todavía podemos salvar la Casa Común y a nosotros mismos.
Leonardo Boff. Teólogo