viernes, 14 de agosto de 2015


¿Cuál es mi sitio? ¿Qué tengo que hacer? ¿Hacia dónde encaminar los pasos?
Preguntas de joven, y al tiempo de adulto, pues siempre terminamos volviendo a mirar más arriba
y más adentro, con inquietud, con interés y con deseo, queriendo saber: «¿Qué pinto yo aquí?»
¿Cuál es mi forma, única, diferente, exclusiva, de construir, de amar, de acariciar de una forma
que nadie más puede repetir?
«No hago el bien que quiero y hago el mal que no quiero» (Rom 7, 19)
No siempre lo tiene uno todo claro. A veces solo sabes que tienes la sensación de que algo te falta.
Otras veces, en cambio, parece que estás donde tienes que estar.
A veces sientes que estás dando los pasos adecuados.
Otras veces piensas, «¿cuándo me aclararé?». A veces ni piensas.
Hay épocas en que sabes lo que quieres, y otras en que
estás confuso.

Hay épocas en que todo está integrado, y otras en que todo se
desintegra.
Hay mañanas de pasión y tardes de apatía. Y, casi, casi, dan
ganas de rezar con una mezcla de humor y enfado, y decirte,
Señor, que ya nos has hecho complicados… 
¿Cuáles son mis «desajustes», tormentas, zozobras?

«El Señor me contestó: No digas que eres un muchacho, que donde yo te envíe, irás; lo que yo te mande, lo dirás…» (Jer 1, 7)
No sé si llamas de una manera muy estruendosa 
o si me invitas a ir descubriendo lo que quieres de mí 
poco a poco. 
Pero cuentas conmigo. Anhelas que haga algo, que mi vida 
sea evangelio. 
Me sobrecoge un poco pensar que mi vida es importante,
y sin embargo lo es. Cada día. Ahora mismo. Y mañana. 
Tal vez seré palabra (tuya) para gente que necesita escucharla. 
Tal vez seré ternura para alguien herido. 
Tal vez seré cantor para apagar penas.
O profeta para denunciar males. 
Tal vez aprenderé de ti el amor verdadero y lo viviré al forjar
mil historias. 
¿A qué me llamas?
 
¿A qué me siento llamado?
¿Dónde puedo intentar escuchar esa «voz» de Dios en mi vida?

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